Cansada de los colores de su monitor y fascinada por las emociones errantes de los seres humanos, la ilustradora latinoamericana Maru Ceballos, se niega a dejar de soñar despierta y menos a dejar de plasmar en papel -al mejor estilo de la vieja escuela- sus sombrías, agresivas, pero también muy sutiles interpretaciones sobre la realidad que la circunda.
Maru, cuyo nombre real es Marina, es una diseñadora gráfica de Argentina que se desempeña como directora de arte de una agencia de publicidad de Nueva York, por lo que esto de ilustrar forma parte de sus ratos libres y días de descanso.
Actualmente se encuentra recogiendo fondos para su segundo proyecto editorial “Muertos de Amor y de Miedo” a través de la plataforma crowfunding idea.me, donde las personas que aporten estarán adquiriendo por adelantando el producto final: un libro que contó con la participación de más de 60 escritores y de algunos nativos digitales que prestaron su vida virtual para que ella mediante su arte, descifrara sin condolencias la estancia lacónica de cada individuo.
¿Cómo definirías tu estilo y cómo logras confluir tu trabajo con la ilustración?
Sin dormir. Se me complica porque durante el día no puedo hacer mucho, así que me dedico a ilustrar en mis ratos libres, puede ser en la noche o los fines de semana. Es difícil pero cuando hay cosas por decir, haces el tiempo.
En cuanto el estilo, mis dibujos son a blanco y negro. Supongo que es porque todo el día estoy mirando un monitor lleno de colores, entonces el blanco y el negro me despejan. Lo conceptualista quizás tiene que ver con la intensidad y el contraste, porque no soy de “muy términos medios”, eso refleja un poco mi personalidad. Mis emociones me inspiran, sucede que es muy autoreferencial lo que hago.
¿Cuál es la parte más divertida y la más difícil de lo que haces?
Lo difícil es hacer convivir el trabajo de la vida real que es el que me da de comer y que me permite subsistir, con poder hacer esto -ilustrar- que es la parte divertida. A pesar de todo, entre las cosas que hago hay un vínculo, porque en el diseño gráfico, la dirección de arte y la ilustración hay una metáfora que los une fuertemente.
Me gustaría vivir de la ilustración pero no soy nadie. Todo lo que hago es sin fines de lucro, no lo hago para ganar dinero con el libro o para lograr que me compren mis trabajos. Nunca he hecho ilustraciones a pedido, es todo meramente expresión emocional y autocrítica.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Bueno, el tema del proceso creativo es raro para dibujar, porque estoy muy acostumbrada a procesos creativos para medios digitales por motivos laborales y es muy distinto. Sentarme a dibujar no significa que me siento con la hoja y pienso qué hacer. En general, a mí lo que me pasa es que acontece algo o me cruzo con alguna sensación o sentimiento y se me ocurre el dibujo y lo hago.
¿Te ves tatuando en algún momento?
¡Qué difícil! Tengo tatuajes pero no sé si me veo interviniendo permanentemente la piel de alguien. Honestamente no lo he pensado nunca, es probable que en algún momento haga un dibujo para mandármelo a tatuar, pero hacerlo lo veo difícil. Si veo una gota de sangre salgo corriendo.
¿Por qué nace idiotario?
Idiotario nace porque el primer proyecto que tuve de manera pública fue el libro “Los Idiotas”. Fue un proyecto súper divertido porque contó con la intervención de gente que estaba en una búsqueda analítica y crítica de la sociedad virtual de hoy. Aparte yo soy muy idiota, entonces de ahí sale el proyecto y el nombre de la página.
No sé, creo que soy bastante idiota. Idiota en el sentido literal de la rae, en el sentido de la jerga cotidiana del esa idiotez de mal carácter.
“Muertos de amor y de miedo” es tu segundo proyecto editorial, háblanos un poco sobre esto…
Siguiendo con la metodología de “Los Idiotas”, que se basó en la participación voluntaria de gente desconocida mediante las redes sociales, armé una serie de retratos y dibujos que buscan mostrar y jugar con esas pasiones del cuales no podemos escapar. Hice una convocatoria, muchas personas me mandaron sus fotos de perfil y en función de eso y de lo que yo percibía de su acción en las redes sociales, interpreté en conjunto lo que aparenta la persona que está en la imagen de perfil más un elemento macro que es el ojo de frente.
En todos está el ojo de frente porque lo uso para enfatizar el tema de la mirada. Los ojos que lloran en este proyecto, lloran de estar muy abiertos todo el tiempo. No lloran por tristeza o alegría.
Después de haber hecho esto, me tuve una idea un poquitito más ambiciosa e hice otra convocatoria pero dirigida a escritores, quienes a partir de esos dibujos al azar debía escribir un texto sobre el arte asignado. Toda esta mezcla de personas, participaciones y sensaciones, son parte de un libro.
Hay muchos críticos que no se permiten disfrutar del arte que es intervenido digitalmente ¿Cómo artista que se vale de la tecnología, qué piensas sobre esto?
Intervención o no es un medio y yo creo que hoy eso no se puede desestimar. Creo que en algún momento fue el carbón, en otro el óleo y hoy debemos vivir la era digital.
Yo empecé desde muy chiquita en el arte. Cuando me recibí en la universidad, empecé con mi primer trabajo formal en una agencia digital, para aquel momento no sabía qué eran los medios digitales. El contacto más cercano con lo virtual-digital que tenía, era una cuenta de email que sólo usaba para escribirme con un chico que me encantaba pero que no conocía.
Me costó porque vengo de la vieja escuela donde usábamos el lápiz y el compás, pero bueno, aprendí desde cero a nadar en todo esto. Lo digital se convirtió en mi ambiente, sin embargo, aunque esto suene contradictorio, en el momento que me siento a dibujar vuelvo a los medios tradicionales, porque creo que son más fieles.
La clave está en ser auténtico, veraz y coherente con uno mismo, y no tener miedo de mostrar lo que se quiere mostrar y de la manera en que salga. Hay dos caminos, o te subes a la ola de la moda para ser alguien un rato, o mejor, olvidarte de eso y hacer las cosas porque realmente hay ganas de hacerlas
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